viernes, 17 de abril de 2009

Como dijera Shakira…


“¡Ahí te dejo, Madriiiiid!”

Concluyó el FESTIM 06. Hace un rato escuché el silbatazo final, desgraciadamente no desde dentro de la cancha sino desde fuera. “Antier” (“palabra” que a penas noto que no se usa en todas partes) nos ganó Colombia. En penales. Podría dar mil razones de por qué nos la partieron. Desde teorías sobre maldiciones en los penalties de los equipos tricolor, hasta que nos permeamos del desenfrenado juego de Medellín y eso nos sacó de onda o que los jueces estaban raros, qué sé yo. La verdad, sin poesía ni maquillaje, perdimos. Tal cual. Lo merecíamos. Nos faltó escucha, calma, madurez y jugar como la máquina aceitada que jugó contra Madrid. Ouch. Eso nos dejó automáticamente fuera de la final.
 
Ayer le ganamos a Argentina (gente encantadora). Por mucho. Pero igual tampoco estoy satisfecho. Me faltó. Sigo tratando de entender cómo le hace uno para dejar sus problemas fuera del escenario, de la cancha, jugar sin pasión (de la mala, pues), sobre todo cuando dichos problemas se generan ahí dentro. También me vuelvo a cuestionar sobre hacer Impro de competencia. Cada vez me gusta menos. No me siento bien de haber ganado éste último juego. No sudé la camisa lo suficiente y, peor aún, no me divertí. Chale. Y ahí se acabó. Fue un completo Imprus Interruptus. Ni pex. La lección caerá. Cuando caiga. El equipo, los otros jugadores, hicieron cosas muy buenas, pero también descubrí que éramos muchos, seis, y todos muy brillantes, así que era difícil repartirse equitativamente la bola… De cualquier forma hoy me animé un poco cuando un payaso me detuvo en la calle y me dijo: “¡hey, mexicano, yo te vi actuar!” Luego aparecieron otros cinco clownes callejeros, algunos con la nariz roja en la cabeza, otras con la cara plateada y los ojos llenos de brillo (no artificial); nos felicitaron por la función “improvisada” aquélla, nos abrazamos y les hice varias reverencias. Tampoco sé cómo manejar tanta belleza. Qué cosa más linda…
 
La nostalgia y la “monga” me persiguen desde Puerto Rico y finalmente me alcanzaron. Y descubro que acá se siente igual, o peor. Garganta deshecha, infección, dolor de cabeza, cuerpo cortado. Más el frío, la lluvia y la lejanía… Factores que acentúan la monga. Y la nostalgia. Claro, tienen que ver con el estrés y con finalmente “aflojar”, con depresión postparto. Nada grave. Hay otras cosas, en cambio, que no se parecen a México: los bares y restaurantes de acá que se precien de ser buenos estarán llenos de papeles, servilletas arrugadas y sobrecitos de azúcar tirados en el piso, no entiendo por qué, lo peor es que siempre hay botes de basura al alcance pero o los españoles tienen muy mala puntería o simplemente son muy rebeldes y prefieren tirar los deshechos fuera; el chocolate caliente para “beber” en realidad es como para “comer”: espeso como natilla, y da la impresión de que si lo dejas enfriar se pondrá duro como barra de chocolate abuelita; hay olores nuevos para mí, como el de las castañas, los kebabs, y el frío de acá (sip, huele diferente). Sin embargo, hay cosas que no cambian: los domingos tienen esa ondita “bajoneadora” comunal, esa insoportable levedad (sobre todo si en dicho día termina el festival); tampoco cambia el sabor de un buen abrazo cuando más lo necesitas… Provecho.
 
Visité la Real Academia Española. A diferencia de cómo era en mi cabeza, en el edificio no hay sabios con barbas tan largas como sus togas, ni letras volando, ni acentos traviesos, esdrújulas para ubicarse, verboides al servicio de sus amos o árboles con raíces griegas. Básicamente es un edificio chido. Y ya. ¡Qué va! ¡Kebab! También visité otros jardines espléndidos y la Plaza Cervantes, donde las aves vuelan más alto que en ninguna ciudad que haya visto; revolotean a tantos metros que a penas distingues qué son, es como ver las burbujas de una pecera con fondo azul, pero de abajo hacia arriba, o como mirar el cielo desde el patio de una primaria en Día de Reyes… Ahí a la gente le da por hablar sola, quizá por el desenfado que les contagia el Quijote o la cantidad de palabras que inspira Cervantes.
 
He caminado mucho. En general. Y a todas horas. Los pies lo reclaman, los ojos lo agradecen. Pero el camino a penas comienza. Próxima parada: India. En efecto, salgo el miércoles para allá. Dos palabras (inspiradoras, profundas, reflejantes): ¡ay, nanita! Ya se verá, va estar bueno. Buen lugar para destazar el incómodo ego, buscar respuestas, generar más preguntas, priorizar distinto, reacomodar, reordenar, renacer. O no. La idea es buscar. No sé qué. Pero por lo pronto ya vi que en el camino uno encuentra cosas que no buscaba. Y si no sabe qué busca, pues lo más seguro es que lo encuentre, sí, sí, eso que no estaba buscando… No busquen claridad en estas palabras, que no la hay.
 
Los dejo. Por ahora. Me voy a lavar ropa. Ya llegará el tiempo de hacer lo mismo con el alma. Mientras no se seque, todo está bien… (Me refiero al alma, porque la ropa no quisiera llevármela mojada)
 
Escriban y esperen más noticias desde India. Si Buda me da licencia… para conducir… mi vida por allá. Ja.
 
PD.- Les “attacheo” una muestra de algo más que me persigue desde Puerto Rico: el buenondeo. Esto me lo hizo un cuate que no conocía, pero que me vio en el escenario y le latió mi chamba, mi juego, pues. Luego me pidió un autógrafo y yo apenado se lo di, escondido en ocho millones de gracias. Que luego de esto se han quintuplicado.

Harto cariño mocoso y mongoso,
 
Piolo

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