viernes, 17 de abril de 2009

¡Oh, no! ¡ Mástico!


Saludos caribeños, querid@s. 

Todo bien por acá, en la sorprendente “Isla del encanto”; este lugar que es a la vez país y estado asociado; tan igual a Cuba como a Miami; con sus cruceros y sus pordioseros; donde el transporte público es lamentable, pero donde los policías no aceptan “mordidas”; donde el cielo es azul como pocos y la gente tricolor; este sitio que, aunque estés trabajando, siempre huele a vacaciones; donde las travesuras del sol y los moscos te generan una inquietante comezón que, si te rascas demasiado, duele rico; donde los desconocidos te dicen “provecho” al salir del restaurante, mismo en que las dependientas te dicen “mi amol” o “papi”, aunque estén apuradas o enfadadas; un lugar con su propio horario y calendario, donde la media hora de retraso es más que normal, el “tapón” (tráfico) es siempre perfecta razón para las tardanzas y donde tienes que pedir “pon” (ride) para moverte de una colonia a otra; acá los raperos (reggaetoneros, para ser más precisos) combinan su cara y actitud de malvados con las cejas y el borde de la frente bien depiladitos; los frijoles se llaman habichuelas; los plátanos, guineos; los plátanos machos, cuando están verdes, plátanos; si están maduros, amarillitos; y el mango es mangó; tierra sui géneris en cuyo calor se cuecen insolencias tales que García Márquez ha decidido no visitarla, pues su realismo mágico se vería incómodamente opacado.

Estoy impartiendo un par de talleres a gente bien “chévere”; miembros de las Ligas Amateur y Profesional de Impro de Puerto Rico. Hay chavas y chavos (acá “chavos” son centavos) desde 10 hasta 36 años, y mucho que aprender de ellos. Pronto comenzaré otro taller de Impro para principiantes; lo cual es siempre refrescante y satisfactorio, sobre todo por lo sorprendida y agradecida que termina la gente al conocer la técnica, al volver a jugar como niño, al dejarse llevar sin trabas ni censuras. Qué rico. A ver qué tal...

Ya mero viene mi cumpleaños. Este mismo mes. En efecto, el 28 cumplo 28. Y la repetición de éste, que es uno de mis dos números favoritos (el otro es el 8 a secas), se siente como presagio de cosas buenas. Comúnmente me encargo de esconderme en mis cumpleaños y de no celebrarlo ni anunciarlo, no sé bien por qué, pero así es desde hace un tiempo. Sin embargo, en esta ocasión estoy de por sí ya tan lejos, que aunque me busquen, será difícil encontrarme... aunque eso sí, el que me busca me encuentra... Ji. Así que lo anuncio sin pudor alguno. Pero para darle aún más variedad a este onomástico que me agarra en pleno viaje largo, se me ocurren un par de cosas: primero, quizá sí vaya a festejar esta vez, puede que sea a un restaurante mexicano que está en la calle donde vivo; se llama “Híjole” y las enchiladas de mole cuestan más de $150 pesos, pero creo que luego de tantos meses fuera, mis papilas gustativas merecen un manjar ancestral de tal estirpe, un banquete con sabor a casa. Segundo: los invito a que me manden, desde ya, “lo peor que podrían desearle a alguien en su cumpleaños”, así nomás, de puro cotorreo, siempre con el prefijo “Te deseo que...” Mándenme cuantos quieran e iré haciendo una lista... Los 28 peores deseos (o sea, los mejores... es decir, los mejores peores o los peor mejor... O... Mejor ya no explico o será peor...) se los enviaré en el siguiente mail comunal ¿zaz? (¡Ay, qué desmadrote vamos a echar! —sic— Ji)

Mando caricias de brisa sin prisa...

Abrazos enredados de palmera para algunos y zapes en los cocos para otros

Piolo

PD.- Les mando este “afiche” súper chido que hizo mi queridísima Adriana para promover mi taller. :D

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