viernes, 17 de abril de 2009

Regreso

Luego de seis meses viajando, regreso. El viaje continúa. Siempre continúa. Hasta que, inevitablemente, deja de continuar. Para siempre. Pero por ahora continúa allá, donde nací, donde se encuentra la mayoría de los seres que más quiero en este planeta (el único que conozco hasta ahora). Y verlos, abrazarlos, es suficiente razón para, aunque sea, darme una vuelta por ese país que varios dudan que sea el “mío”. “A ver —me dice, dubitativo, inquisitivo e intrigado, un boricua a las pocas horas de conocerme— No comes carne ni mucho pique (chile), no tomas tequila ni ninguna otra bebida alcohólica, no te gusta el futbol, las telenovelas, ni el Chavo del 8... ¿Seguro que eres mexicano?” Pues sí. Eso dice mi acta de nacimiento. Tampoco uso sombrero ni ando a caballo ni duermo la siesta recargado en un cactus. Pero sí, de allá soy... Que yo sepa... Y allá voy... Que yo sepa...

¿Que si valió la pena el viaje? Valió la pena desde el instante mismo en que decidí emprenderlo. Antes de desmontar mi departamento, de guardar, regalar y prestar algunos muebles y otras escasas pertenencias; desde antes de vender mi carrito e intercambiar mi moto por una cámara de video para registrar algunos momentos de esta odisea. Sin duda alguna. Valió la pena por completo.

¿Que si aprendí mucho? No creo. Qué sé yo. Si acaso, aprendí más de lo que aprehendí; y ahora creo que parte de aprender es no aprehender... Experimenté. Eso sí. Viví. No de todo, pero un poco de mucho. Hubo etapas en las que trabajé tanto que apenas (y a penas) podía mantenerme de pie, otras en las que hacía tan poco que cada minuto duraba una hora; pasé por fríos y calores paralizantes, enfermedades noqueadoras y alegrías que lanzaban fuegos nada artificiales; hice estallar al público en risas y aplausos e hice estallar a sannyasins en cólera; me lanzaron piropos, felicitaciones, apodos chistosos, mentiras, dinero al piso, insultos, pelotazos, flores, porras... pero nunca nadie me lanzó a su hermana. Desaprendí bastante, des-aprehendí más.

Vuelvo con las arcas vacías, los pies cansados, las alas peinadas por variados vientos y ventarrones, amedrentadas por nimias nubes y nubarrones; con las llantas de patines bien aceitadas y listas para seguir rodando. Vuelvo luego de las mermas y mutaciones que padecieron mis ahora nulas finanzas: varos-pesos-dólares-euros-rupias-euros-dólares-pesos dominicanos-dólares-pesos. Vuelvo más ligero, sin algunas maletas, prendas y zapatos que se quedaron en el camino, que murieron desgarradas o agujereadas luego de dar cuanto pudieron, no más, no menos: aleccionador, juicioso y loable. Vuelvo contento y satisfecho después de darme cuenta que todos, sin importar edad, religión, poder adquisitivo, género, preferencia sexual, nacionalidad, casta o hábitos alimentarios, todos, sin excepción alguna, tenemos dolores, heridas profundas, miedos, anhelos, desamores, celos, envidias, bondad, empatía, resentimientos, sueños, intenciones, pérdidas, logros, tropiezos, éxitos, fracasos, culpas, ansiedades, deseos, compasión, ternura, amor... Que algunos no aceptan estar hechos con varios de éstos y otros tantos materiales de construcción; que otros sí y no hacen nada al respecto; que algunos más, para endurecer unos de ellos e intentar diluir los que consideran negativos o destructivos (materiales de construcción destructivos... interesante...), meditan, se integran a un club deportivo, van a terapia, le pegan a un saco de arena, practican algún deporte, corren, gritan, se inscriben a clases de cerámica, ajedrez o macramé, lloran, hablan por teléfono, se pierden horas frente a pantallas varias, trabajan de más, se manifiestan, escriben, leen, cantan, pintan, actúan, improvisan... Pero que nadie nunca alcanza la perfección. Porque nadie es perfecto... O todos lo somos, si no pensamos en la perfección como la carencia de defectos... Que somos más que nuestra personalidad y nuestros egos. Mucho más que nuestras palabras...

Gracias, oh imperfectos y amados lectores, por eso, por leerme, por ser mis compañeros de viaje, por hablarme o escribirme, por estar pendientes, cerquita, por estar. Gracias a toda la gente que no conocía y que se cruzó por mi camino en esta inolvidable travesía. Gracias al destino por permitir o provocar dichas coincidencias.

Gracias. Millones.

Hasta pronto. Hasta siempre. Hasta entonces... Hasta mañana, que descansen.

Los abrazo. Los abrazo fuerte, del lado del corazón y con las mejillas húmedas. Los abrazo brevemente, con la eterna brevedad de la existencia.

Amorosamente,

Piolo, Luis, Fernando, Luis Fernando, Jesús, Jesucristo, El Buki, Marco Antonio Solís, El mexicano, The Mexican, El Tetazo mayor, El viajero, El cumpleañero, Chuchi, El Número 28, El Árbitro Maldito, El Capitán de la Selección, El Profe, El de los mails largos, Yo, Nosotros, Todos.

PD.- Las frases que les envié en el primer mail de esta serie, hace ya medio año, siguen teniendo para mí bastante sentido, nuevos sentidos, quizá:

“Atte(ndiendo la necesidad de moverse por fuera para moverse por dentro).

Piolo.

‘El placer de viajar es testimonio de inquietud e irresolución, que no en vano son nuestras cualidades primordiales y predominantes’ —Michel de Montaigne” 

1 comentario:

  1. Jelou. Pues entro rapidín para desearte muchas felicidades por tu blog. Seguro tendrá éxito como todo lo que te has propuesto hacer (bueno, de lo que sé que has hecho desde que te conozco). Tus reflexiones son inspiradoras. Llenan el corazón, el espíritu y los ojos (sí, también los ojos, de lagrimillas de emoción). Gracias por dejarnos ver un poco, poquito, de lo que hay dentro de ti, de lo que piensas, de lo que sientes. Esto es tan sólo la punta del iceberg... Abrazos cariñosos y animosos (pa´darte ánimo, pues).

    Q.

    ResponderEliminar