viernes, 17 de abril de 2009

La vida en un día

En la vida hay momentos alegres, tristes, dolorosos, sorprendentes, nostálgicos… uff… un sinfín de sensaciones vamos conociendo a lo largo de ésta, y siempre nos topamos con diversas combinaciones, como miedo+emoción+felicidad o tristeza+añoranza+vacío, etcétera, eso es parte de su maravilla. Más increíble aún resulta cuando pasas por todo eso en un solo día.
 
Hoy entrenamos a las 10:30am en la azotea del hostal. Buenísimo. No técnicamente excelente, pero sí con ataques de risa que entumen los cachetes y hacen al estómago retorcerse un poco. Luego de ahí me fui al museo Reina Sofía. Entré directo a buscar el Guernica. Lo vi a lo lejos y el impacto fue rotundo. Aunque no tanto como cuando ya lo tuve de frente. Majestuoso. Entonces las tripas también se retorcieron, pues estaban abrumadas. El cuadro te devora. Te hace respirar la guerra civil, puedes escuchar al caballo relinchar, la mujer con el bebé te conmueve hasta la médula, se siente el calor del fuego… Huele a pólvora y a sangre. Sabe a esperanza.
 
Corte a: Piolo en una clínica dental con tres españolas muertas de risa mientras le sacan una muela. En efecto. Un problema que traía arrastrando se hizo mayor, por qué no, acá en Europa, donde las extracciones duelen igual, pero cuestan el doble. Parecía el fin del mundo, pero este trío de urracas (una ex bailarina, ahora recepcionista; una enfermera que cantaba lo que saliera en la estación Los 40 principales de España, y la doctora, cuya nariz dejaba entrever un brillantito cuando se le bajaba el cubrebocas) hicieron que la experiencia no fuera tan espantosa.
 
Espantoso salir de ahí a comprar los analgésicos y notar que no traía mi cartera. Entonces recordé aquella máxima de que “siempre puede ser peor”. Muchos españoles dicen que la diferencia entre los ladronas acá y allá es que acá no te enteras cuando te roban. Bien por un lado, mal por otro. Me reclamaba no haberme dado cuenta del hurto, pero a la vez admiraba la destreza del desconocido carterista.
 
Con un nudo en la garganta y un gritillo ahogado, volví a la clínica, donde la recepcionista me sonrío desde lo lejos al verme llegar, con una carita que decía “ay, gilipollas, que has dejado acá tu billetera”. La hubiera besado, pero seguía anestesiado…
 
Sin muela, pero con cartera, me fui a echar una siesta. Yo dormía mientras el cachete despertaba, así que cuando el proceso se invirtió, había lagañas y malestar en mi cara. Pero igual decidí lanzarme a ver la función de hoy. Eché agua en la cara y eché un vistazo al agujero con dos puntadas que traigo en la boca. Ni modo.
 
No sé por qué pero me entró una emoción enorme al estar en el teatro, en ese momento en que debería estar convaleciente, en cama. Así que, nada, disfruté la función bastante. Tanto, que gritaba muy prendido y había quienes juraban que la anestesia me había hecho un efecto extraño. El show era el galo “Catch", equipos de dos improvisadores cumpliendo retos que lanza el maestro de ceremonias. Más alivianado y menos deportivo y riguroso que el “Match”. Se enfrentaron tres equipos, dos locales y uno de Barcelona, que resultó ser el vencedor de la noche. Una de las peculiaridades de este espectáculo es que al final el público puede retar a la dupla ganadora. Cosa que pensé que jamás haría, pues finalmente ellos ya están calientes y uno en la mensa, frío, entumido, y no sé, nunca me pareció atractivo subir a jugar así, de manera tan espontánea, tan al chile. Pero hoy me sacaron una muela mientras estaba en Madrid. Qué demonios. No puede pasar nada muy malo… “¿Qué onda, Esquerra, nos trepamos?” –“Pues me cago de miedo, pero va…”
 
Subimos. Nos rifamos. Y pasaron por nosotros una pareja tras otra. Los de Barcelona, Colombia, Argentina, Madrid, y nada. Nunca nos sacaron. Ja. El público insistió con sus votos en dejarnos ahí. Estuvimos al tiro. La banda prendida. Nosotros más. Todos entregados, muertos de risa y aplaudiendo hasta sonrojar sus palmas y nuestras mejillas. Fuimos invencibles por unos momentos.
 
Al salir del teatro, un grupillo de españoles nos gritaron por la calle “¡Ahuevo, viva México, cabrones!” Increíble.
 
Hace poco leí que el aplauso hay que masticarlo, saborearlo y luego escupirlo. Y así lo hice. Finalmente, con una muela de menos, me costaría trabajo masticarlo demasiado tiempo. Pero mientras estuvo en mi boca, lo saboreé. Y ahora le corresponde nutrirme.
 
Qué cosas. Picasso me desgarró el alma, y una dentista la encía… Dalí me incomodó y la Impro fue mi Salvador. Miró me hizo titubear muchas veces, dudar de él y mi duda miró que muchas veces no hay que titubear. Todo en un día.
 
Hace un par de días conocí la Cibeles y no pude sino conectarme y escuchar “A la sombra de un león” de Sabina, en voz de Soledad Jiménez, justo afuera del Banco Central. Esta vez la lágrima no sólo estuvo en la cálida y blanda cara de mármol… Hoy, alguien me sugirió ir y lanzar la muela ahí Ja ja ja. No es mala idea, pero no sé dónde quedó. La cuestión es que, sea como sea, dejo un pedazo de mí en Madrid En esta ocasión, un pedazo de mi boca, cuando menos…
 
Mando abrazos chimuelos y apapachos anestesiados…
 
Hasta pronto.
 
Piolo

1 comentario:

  1. Debio ser un dia divertido, con la lectura, yo, te acompañé...y me divertí... :)

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