viernes, 17 de abril de 2009

¿Derrota?...

No me gusta la competencia. Sí, me gusta ganar. No, no me gusta perder. Pero en general, prefiero no competir. Hay otros millones de sensaciones que valoro mucho más que la intensidad de la competencia. De hecho, no me gusta mucho quién soy cuando compito. Me esfuerzo por ser un buen ganador y un buen perdedor. Quizá lo consigo, quizá no. Pero lo intento. Es por ello que últimamente me cuesta trabajo improvisar en este formato deportivo llamado match, por la competencia que implica, porque en ciertos puntos se contrapone a los preceptos básicos de la generosa técnica de Impro. Pero ayer fue diferente. Ayer renació el gusto, el placer. Y todo se debió a que no competí. Ni un poco. A que jugué, sólo jugué, como los niños que juegan a las “trais”; todos corren, gritan, se angustian, pero nadie gana, nadie pierde, todos gozan. Ni una vez volteé a ver el marcador y creo que a veces ni me enteraba quién se llevaba tal o cual punto
 
Qué estreno, querid@s, qué estreno más maravilloso. Para empezar, han de saber que ayer, nuestro entrenador honorario fue el Vasco Aguirre. Efectivamente. No sé quién contactó a no sé quién, para que el entrenador del Atlético del Madrid, otrora de la Selección mexicana, cancelara la concentración de anoche (pues hoy juega su equipo) para venir a apoyarnos, a ser nuestro coach, nuestro motivador, sin más ni más, sólo porque sí, sin recibir nada a cambio y sin siquiera conocer previamente el match, la Impro o a alguno de nosotros. Qué tipazo, no saben qué tipazo. Sencillo, entregado, amable, gracioso, generoso. Eso nos entusiasmó bastante.
 
La música comienza. El teatro del Círculo de Bellas Artes está a reventar. Jugamos contra España, en España. ¡Jolines! No saben qué nervio. Comienzan a presentar a las selecciones participantes. En penúltimo lugar a México. Se me hace un hoyo en la boca del estómago (y nada que ver con las judías con arroz), la piel se enchina y algo estalla dentro. Me subo al escenario y no entiendo nada, como si mis pies dejaran de tocar el piso, como si estuviera cayendo por un precipicio y tuviera la capacidad de disfrutar cada segundo de la vertiginosa caída… Y eso fue durante las dos horas de juego; eso es la Impro, finalmente; dejarse caer sin temer a hacerse daño. Disfrutar el viaje.
 
Mi equipo está cabrón. Los veo a todos hacia arriba. Nunca habíamos jugados todos juntos, pero el show de ayer demostraba lo contrario. Nos leímos perfecto. Nos divertimos. Todos. Todo el tiempo. Los contrincantes, bien. El público, excelente. Ellos tienen el marcador en sus manos, ellos son los que votan y deciden quién gana cada improvisación. Ellos aman al equipo de Madrid, pero ello no opacó totalmente su objetividad y más de una vez el teatro se pintó de verde, se llenó de votos para México. Nos aplaudieron, nos respetaron, los hicimos reír, los entretuvimos. Los sorprendimos. Y todo ello fue mutuo.
 
Por cierto, al final perdimos por un punto. Pero no, no perdimos. Ellos ganaron. Traían cara de preocupación. Ji. Nosotros perdimos y no podíamos dejar de alabarnos unos a otros, de gritarnos de emoción, abrazarnos, reírnos y decirnos lo bien que funcionábamos juntos. ¡Puff! España 1, aunque merece millones, por la experiencia que nos hicieron vivir, por el público y el escenario que nos regalaron (aunque lo primero más bien, nos encargamos de ganárnoslo), ante quienes me pongo de pie.
 
Bien. Gran inicio. Universos nuevos en el viejo mundo. Ayer España descubrió a México. Y viceversa…
 
Les mando amor y un par de ostias… con cajeta…
 
 
Atte (y turrones)
 
Piolo
 
PD.- ¿Plaza del sol? ¡Mis polainas! No saben qué frío y qué lluvia me zarandea por acá. Pero sigo, milagrosamente, esquivando la “monga” (como le dicen a la gripa en Puerto Rico).

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